“Rincones”, de Silvia Yulmaneli Moreno León

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Hay rincones mudos en la memoria que se ocultan tras la imagen de bellos geranios y que se vuelven incompresibles al pasar de los años, es como si en ellos se guardara el antídoto para resarcir lo roto. En esta novela corta de Silvia Yulmaneli Moreno León nos encontramos ante un escenario desgarrador y a la vez apasionante. En toda la trama resalta la personalidad de Flora Farfán o Flora Pizarnik, porque retoma de forma paralela las huellas de una identidad compartida con la escritora argentina, como el tener relaciones con hombres mayores, los intentos de suicidio, la obsesión por la muerte, la insatisfacción por una vida limitante y ordinaria, la sobredosis de medicamentos y los complejos mentales.

Flora Farfán padece el trastorno llamado borderline o trastorno límite de la personalidad, que se caracteriza principalmente por la inestabilidad emocional, la impulsividad y relaciones interpersonales caóticas. Flora tiene una fijación emocional y sexual muy intensa con Julián, un hombre 20 años mayor que ella. Una relación que acaba siendo una evocación en la memoria de ambos. Julián dice: “Flora tus personalidades son tus pétalos. Pero tu esencia ¿dónde está?”. Desde la carencia y la orfandad, desde una ciudad que excluye e invisibiliza a las personas con enfermedades mentales, la ciudad asimismo se convierte en una enfermedad: “Diagnosticados y estigmatizados, cargamos esta angustia que nos carcome de ilusiones que son espejismos que nos ayudan, como una droga, a prevalecer entre tanto dolor”.

Se habla desde rincones asfixiantes, tales como una oficina o una habitación llena de olores repulsivos. Rincones que a pesar de las desgracias se vuelven ilusiones y guardan cierta esperanza en el recuerdo. Flora Farfán está alejada del “lo que deber ser” que proclaman las sociedades y del cual Pizarnik también estaba alejada. Flora menciona: “Alguna vez le conté a un compañero sobre esta enfermedad que padezco, y él solamente se limitó a decir “pareces tan normal, no creo que tengas nada, quizá el diagnóstico está equivocado”. Yo me reí, y pensé, pues ¿qué quieren que parezcamos? ¿Quieren que también nos acoplemos al perfil o a la imagen que se ha elaborado durante siglos sobre nosotros?”. El dolor y la angustia los hace volverse sombras. El ser incomprendidos los hace extraños ante una aparente normalidad. Entre canciones y remembranzas se desenvuelve una atmósfera de tristeza y desilusión por lo que se vive. El único refugio son los pensamientos recurrentes y las emociones intensas, ante la locura asfixiante de la oficina y el deseo de que algún día todo cambiará, de que será un día nuevo y distinto.

La novela está llena de dudas, de incertidumbre, pero las emociones intensas e impulsivas de Flora son las que entretejen el nudo de la historia. Cada emoción es una personalidad, cada estado de ánimo traza una ruta impredecible en las decisiones. Lo que lleva a conductas de riesgo y peligro de las que Flora no puede escapar. Cito: “Estábamos aquí, no sólo para mirar el abismo, sino para arrojarnos a él, llegar al límite y no temer por las consecuencias”.

Flora Farfán encuentra lo que Flora Pizarnik deseaba: un amor en el cual desatar sus demonios. Ella halla en Julián un estadio temporal de cordura entre tanto dolor, que la mantiene con vida, como diría Pizarnik: “He nacido tanto / y doblemente sufrido / en la memoria de aquí y de allá”. En Flora Farfán se pueden ver atisbos del personaje literario que creó Pizarnik con su vida: una chica rara que se desenmascara en el duelo. “Yo es Otro” dijo Rimbaud y ese otro se materializa en el nombre de Flora, compartiendo la fascinante y terrible enfermedad que la hace convocar e incitar a la muerte, preguntándose constantemente por el sentido de la vida.

Esta novela explora lo más recóndito de la esencia humana a partir de la locura, el deseo y la obsesión. Hay una batalla entre la luz y la oscuridad, entre el recuerdo y el olvido, entre la evocación y la pérdida. La luz como una ventana repleta de geranios que florecen ante lo vivido y la oscuridad como el lugar furtivo de la pasión y la intensidad de las emociones, cito: “La noche es de los obsesivos que buscan incesante e incansablemente lo perdido en el mar inmenso del tiempo”. En Rincones se puede elegir “el lugar de la herida”, cada lector puede adentrarse a la oscuridad y encontrar algún espejismo revelador.

Por Melissa Nungaray