Real Murcia, la eterna deuda con el gol

El fútbol vive de goles. Todo lo demás — la posesión, la pizarra, las sensaciones, incluso la estética — queda relegado si el balón no atraviesa la portería contraria. En ese territorio incómodo se mueve el Real Murcia, un club histórico que en la presente temporada vuelve a enfrentarse a un mal endémico: la falta de contundencia en los metros finales. Un problema que no solo condiciona la clasificación, sino que amenaza con desgastar la confianza de un proyecto que aspira a mucho más que a transitar la Primera Federación.

En las casas de apuestas y en las plataformas que analizan tendencias deportivas, como la Bet365 app Android, el Murcia suele figurar con pronósticos favorables en los encuentros donde ejerce dominio territorial y genera ocasiones. Y lo cierto es que el equipo de Joséba Etxeberria ha cumplido con esa parte del guión: somete a sus rivales, acumula disparos, y rara vez se le ve superado en el juego, aunque el la última jornada ante el Villarreal B mostró unos mayores dotes para superar a los granas. El problema aparece cuando toca rematar la faena. Ahí el cuadro grana se disuelve, incapaz de traducir superioridad en cifras, como si la portería rival se convirtiera en un muro invisible.

El discurso de Etxeberria

El entrenador vasco no rehúye la cuestión. Sus palabras en rueda de prensa son tan claras como elocuentes: “Tenemos que mejorar mucho y hacer muchas más cosas”. El mensaje es doble: respaldo público a su plantilla, pero también advertencia. Porque la paciencia en el fútbol, y más en Murcia, se consume a la velocidad de un gol encajado en el minuto 90.

El empate frente al Atlético Madrileño, con un tanto recibido en el 99 tras haber tenido suficientes ocasiones para sentenciar el partido, ilustra bien el dilema. Lo que en otros equipos se resolvería con dos tantos de ventaja y una victoria tranquila, en el Murcia se convirtió en otro lamento. A esa frustración se sumó el reciente pinchazo en casa frente al Villarreal B, otro partido que se escapó sin premio y que volvió a encender las dudas en la grada. Y es que el fútbol, sin goles, no premia intenciones.

Una plantilla capaz, un resultado insuficiente

El verano trajo fichajes ilusionantes. David Flakus, por ejemplo, desembarcó con la vitola de goleador y con la misión de liderar la ofensiva. Su capacidad de moverse entre líneas y su instinto de remate le colocan como la gran esperanza en ataque. Pero ni él ni el resto de compañeros de vanguardia han logrado aún encontrar la regularidad necesaria para sostener al equipo en la parte alta de la tabla.

No es una cuestión de falta de juego. Al contrario: el Murcia combina bien, ensancha el campo, aprovecha las bandas y sabe encontrar espacios en defensa rival. Pero en el momento decisivo, el remate se marcha alto, el pase llega tarde o el portero rival emerge como héroe inesperado. Es una película repetida que desespera a la grada de Nueva Condomina.

La losa psicológica

Lo intangible también juega. La ansiedad de saber que se han perdonado ocasiones en partidos anteriores pesa sobre los delanteros. Cada fallo añade un gramo de presión al siguiente disparo. Y en el fútbol, la mente es tan decisiva como la técnica. Los equipos que ascienden suelen tener un delantero que convierte la primera ocasión en gol. Murcia, en cambio, acumula minutos de dominio estéril que acaban castigados en forma de empate o derrota.

Etxeberria insiste en que la contundencia se entrena. Y lo cierto es que la definición no es solo cuestión de talento, sino de costumbre, de naturalizar el gesto técnico en entrenamientos que simulen la tensión del partido real. El Murcia necesita repetir ese ejercicio hasta que marcar deje de ser un suplicio y vuelva a ser un acto natural.

Más allá de los delanteros

El problema de eficacia no se limita a los nueves. Los mediapuntas y extremos también deben aportar cifras. Jugadores como Juan Carlos Real, con experiencia y capacidad de llegada, están obligados a dar un paso al frente. El gol no entiende de demarcaciones: lo marcan quienes se atreven en el momento justo.

A ello se suma el condicionante de las lesiones. La baja prolongada de Esteban Saveljich afecta al equipo en defensa, pero también en lo anímico. Sin su liderazgo, la plantilla pierde una voz de mando que ayuda a mantener la concentración en los momentos críticos. Como si no fuera suficiente, Antxon Jaso sufrió una lesión de larga duración que lo apartará de los terrenos de juego y que deja a Etxeberria con los dos centrales de referencia fuera de combate. La zaga queda muy tocada, y esa fragilidad puede contagiarse en ambas áreas.

Lo que está en juego

La Primera Federación es un campeonato que no perdona. Cada punto perdido en septiembre puede lamentarse en mayo. En un torneo tan parejo, la diferencia entre un ascenso directo y un sexto puesto pasa, casi siempre, por la contundencia ofensiva. Por eso, la deuda con el gol del Murcia no es solo estadística: es existencial.

Los aficionados, que llenan la grada con ilusión intacta, reclaman victorias que respalden el discurso optimista. El club, que busca consolidar su proyecto deportivo y económico, necesita traducir dominio en resultados para atraer inversión y recuperar el prestigio perdido. Todo se resume en un verbo sencillo y brutal: marcar.

La urgencia de un cambio

El calendario aprieta y el margen de error se reduce. Murcia no puede permitirse seguir dejando escapar partidos que domina de principio a fin. La receta pasa por reforzar la confianza de sus atacantes, variar las fórmulas ofensivas y mantener la calma en los momentos de máxima presión.

El equipo tiene mimbres. La pregunta es si sabrá transformarlos en goles. Porque en el fútbol, la historia la escriben quienes celebran en el área rival. Y el Real Murcia, si quiere volver a ocupar el lugar que su historia demanda, debe aprender a convertir sensaciones en certezas y ocasiones en victorias.