En los últimos años, el mundo del deporte en España está viviendo una transformación que es silenciosa pero también contundente, y no solo en los estadios, sino en cada móvil, en cada red social, en cada espacio digital donde se negocia hoy gran parte de la identidad de todos.
Hoy podemos ver cómo existen plataformas que ofrecen novedades y dan información actual sobre los últimos bonos de apuestas en España, una capa de lectura nueva que nos enseña un mapa para saber hacia dónde se dirige el propio deporte. Y si algo está claro, es que hoy los fans ya no solo quieren ver un partido, quieren vivirlo de muchas maneras pero siempre, como en Murcia, manteniendo esa traducción de siempre.
Murcia: el fútbol como identidad territorial
Porque hoy ya no solo es pasión o espectáculo, también es un territorio donde conviven varias cosas, desde la economía hasta el entretenimiento o incluso esa pertenencia de unión.
Se trata de un fenómeno que ha reconfigurado la forma en la que muchas generaciones se implican con el deporte, algo que ha generado un debate sobre si esta dimensión es buena o refuerza el vínculo que tradicionalmente ha unido a los aficionados de todo el mundo.
Porque hoy, en Murcia y en el resto del mundo, el fútbol no se entiende como consumo, sino como herencia, herencia de algo más, herencia de pasión por ver al equipo ganar. El fútbol como identidad del territorio. Murcia es una región donde la identidad no se reclama, se encarna.
Y es que cada barrio, cada pequeña localidad tiene un sentimiento de pertenencia que está arraigado a sus raíces. Algo que se traduce en fútbol. Aquí no existe el equipo de Murcia, hay muchos. Desde el Real Murcia hasta el FC Cartagena, Águilas FC, Lorca Deportiva, Mar Menor FC… Cada uno no solo representa un club más, sino una manera de existir.
El estadio como dispositivo cultural y ritual comunitario
Y es que los estadios no son solo lugares deportivos, sino dispositivos culturales. Hoy no se acude a ellos por un simple espectáculo, se acude por pertenencia, por unión. Y es precisamente en este ámbito donde se produce una cultura futbolera distinta a la de las grandes ciudades, porque no hay un solo relato, sino pequeños relatos que se producen a la vez.
Un joven de Molina de Segura, un abuelo de Cartagena, un estudiante de Alcantarilla, no comparten necesariamente equipo, pero sí un mismo código, el fútbol, como unión y cohesión del grupo. Más comunidad que espectáculo sin más.
El ritual frente al consumo
A diferencia de los grandes mercados del fútbol moderno, donde hay experiencias donde se decide por esa competitividad o simplemente por el espectáculo que se pueda dar, en Murcia el estadio sigue siendo un punto de encuentro donde se unen amigos y familia.
Se va por ese ritual previo tanto como en el partido o después del partido. Por la marinera en el bar de siempre, por quien se sienta delante desde hace 20 años. O por solo comentar la alineación. Aquí el fútbol no se consume, de alguna manera se habita.
El orgullo de perder y seguir
Y es por eso por lo que la derrota no destruye la experiencia para nada, ni siquiera la condiciona. De hecho, se puede perder 0-2 y aun así salir del estadio con la sensación de que ha sido el mejor día de sus vidas. ¿Por qué? Porque se ha reunido, se ha sostenido y se han recordado momentos.
Y es que la pasión murciana no nace del triunfo, sino del mismo acto de estar, de sentir y de pertenecer. Es una pasión que se basa en el clima atmosférico, no en los resultados que pueda haber.
El orgullo de la resistencia
Tal vez la característica más importante del aficionado murciano es la relación que tiene con el fracaso. Y es que en otras zonas los descensos desgastan, pero aquí, a diferencia de estos lugares, unen. Existe un orgullo de seguir cuando ya no hay cámaras, un honor secreto poder decir que estuve cuando nadie estaba. El descenso a Segunda B, por ejemplo, o incluso a Tercera, no se ha vivido como una humillación, sino como una prueba.
El sufrimiento, de alguna manera, opera como una identidad compartida en la que todavía se hacen más fuertes para ayudar a su equipo a resurgir de las cenizas. Y eso es precisamente en lo que se basa esta especie de ecosistema emocional, que está tan anclado a lo íntimo y a lo comunitario.
La irrupción de lo digital como segundo estadio
Este ecosistema donde irrumpen con fuerza las dinámicas digitales y con ellas hay fenómenos tan modernos como también cohesivos. Y es que hoy es fácil reunirse y no hablar solo del partido, sino de las promociones exclusivas en casinos online o en casas de apuestas que pueden hacer que vivir ese partido se viva de una manera más intensa, más moderna, más fugaz.
Esto genera un segundo espacio de interacción, no físico, pero igualmente emocionante. Un espacio donde el fútbol se comenta, se dramatiza y se vive con una intensidad paralela en ese mundo de datos que hay en Internet.
La generación puente: herencia y algoritmo
La generación puente entre la herencia y el algoritmo. La gran transformación no está en los clubes sino en los hinchas. Hoy conviven dos formas diferentes y sorprendentemente compatibles de ser aficionado.
La del abuelo que escucha Onda Regional en el coche de camino al campo y la del nieto que sigue a Mbappé por TikTok, pero al mismo tiempo se graba cantando canciones con la peña del barrio. Y esto que podía haber sido una especie de rutina se está convirtiendo en todo lo contrario, se está fusionando porque la identidad murciana por primera vez está entrando al mundo digital sin perder el carácter que la caracteriza.
El fútbol como memoria, no como entretenimiento
Esta nueva hinchada no abandona el estadio, lo amplifica, lo documenta, lo traduce al lenguaje moderno. Puede sufrir alguna derrota de Tercera y horas después publicar un vídeo viral que habla del orgullo, del aguante y de lo auténticos que son.
¿Qué significa realmente apoyar al equipo de Murcia? ¿Qué significa ser? ¿Qué significa la cultura de los fans? Significa formar una identidad colectiva en un tiempo que tiende a diluirse. Significa permanecer no solo por ser eficaces sino por esa lealtad de la emoción.
Significa convertir el fútbol en memoria, no en simples datos. Y significa también entender que incluso en un mundo saturado por estímulos instantáneos hay lugares donde lo importante ya no es ganar o perder, sino pertenecer. Porque el fútbol, en Murcia, no es entretenimiento, es geografía sentimental, repetición, ritual y resistencia cultural.








