En el fútbol hay decisiones que se entienden con el tiempo, y otras que ni el tiempo logra justificar. El cambio de portero en el Real Murcia entra de lleno en la segunda categoría. Tras seis jornadas en las que los granas han mostrado una preocupante falta de estabilidad defensiva, Etxeberria ha decidido mover una pieza que, precisamente, parecía ser de las pocas que no pedía cambio: la portería.
El argentino Gazzaniga, titular la pasada temporada y uno de los jugadores más regulares del curso, ha visto cómo su lugar lo ocupa Piñeiro en las dos últimas jornadas. Sorprende la decisión, sobre todo porque Gazzaniga —más allá de un error puntual en la primera jornada que costó la derrota— había vuelto a demostrar por qué es un portero de categoría. Ante el Torremolinos, el único partido hasta ahora con la portería a cero; frente al Atlético de Madrid B, con varias paradas que evitaron comenzar cuesta arriba; y frente al Villarreal, con intervenciones que mantuvieron vivo al equipo hasta el final.
Pese a ello, el técnico optó por el cambio en Algeciras, en un contexto nada propicio para experimentos. La defensa llegaba en cuadro: Saveljich y Jaso lesionados, y Etxeberria apostó por una línea de tres inédita con Mier, Sekou y Alberto González. A eso se sumó el relevo en la portería, y el resultado fue un cóctel de inseguridad que se tradujo en derrota. Para colmo, Piñeiro pudo hacer algo más en el gol del primer minuto, ese tipo de acciones que pesan como una losa cuando el equipo está falto de confianza.
Una semana después, el guardameta volvió a ser titular ante el Sevilla Atlético. Cierto es que no tuvo responsabilidad en el tanto recibido, pero volvió a transmitir cierta inseguridad en las salidas y dudas con el balón en los pies, algo preocupante en un conjunto que ya de por sí asume muchos riesgos desde atrás.
Etxeberria debe entender que el Real Murcia no necesita inventos, sino solidez. La defensa, mermada y en plena reconstrucción, necesita un portero que mande, salga con decisión y contagie seguridad. Gazzaniga demostró ser ese perfil: un guardameta valiente, con reflejos y, sobre todo, con jerarquía. En un equipo que busca afianzarse, mantener la portería bajo control no pasa por cambiar al que menos fallaba. Y hasta diciembre debería ser así ya que es cuando comenzarán a recuperarse efectivos en la línea central defensiva.
Porque, en definitiva, la portería no era el problema del Real Murcia. Y cuando tocas lo que funciona, lo que no funciona se agrava.
Foto/Real Murcia